Cuando nos enteramos de Eva, nosotros no la conocíamos, no sabíamos donde vivía, ni su historia, sólo sabíamos que había una niña de 3 años y medio, que no hablaba, que era muy chiflada, estaba disponible para adopción, que tenía síndrome de Down y que la llevaban a una escuela de educación especial.
Yo conocía esa escuela. Jamás había ido, pero tenía amigas que habían estado ahí, y estaba relativamente cerca de mi casa, muchas veces quise ir a ver si lograba ver a esa niña, una amiga también con un niño con síndrome de Down me decía que me acompañaba, íbamos y pedíamos informes y así quizás la veríamos.
Ganas no me faltaban, pero Felipe siempre me recordaba que esa niña no era nuestra hija, y que ni si quiera sabíamos si nos iban a aprobar como sus papas
Yo no lograba entender eso, yo decía bueno no pasa nada , pero con el tiempo lo entendí, entendí lo doloroso que hubiera sido haberla visto, haberla conocido y que al final no nos hubieran aprobado como sus papas
Entiendo ese dolor, entiendo esa incertidumbre de no saber que va a pasar, porque lo vivimos, aunque al final Eva si es nuestra hija, ese sentimiento de no saber que va a pasar lo recuerdo muy bien.
Durante mucho tiempo he seguido historias de adopción, algunas con un final feliz, otras con un final diferente, otras con un final triste.
Rusia es un país donde hay mucho abandono de niño por simplemente tener síndrome de Down, muchos de ellos encontraban familia gracias a la adopción, cosa que ya no será así ya que hace unos meses Rusia prohibió las adopciones a Americanos. Es decir, ya ninguna familia americana puede adoptar a un niño en Rusia, y aunque hay un gran debate de si esta bien o esta mal, yo lo único que puedo pensar es como mamá, como mujer y pensar en esa niña.